LA HIPOTECA DE LOLO

   Cierto día, Lolo se quedó dormido y soñó que era una persona. De esas robustas, altas y apuestas, que viajan en metro sin agarrarse a la barra, porque en la elegancia de su postura se sostienen con tal firmeza que parecen pegadas al suelo. Como esos hombres de negocios, circunspectos; o esas mujeres con largos tacones y mirada afilada que corta hasta el aire. Gente así hay poca. Son unos elegidos: empresarios, políticos o banqueros... Lo normal era ser como él. Bueno, quizá no en el sentido literal, porque Lolo era un chucho negro y esmirriado. Tenía cinco años. Traducido a la edad de las personas sería un treintañero...

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