LA IDENTIDAD DEL DUEÑO

   Cuídense mucho de las manos gratuitas, que prestan su ayuda sin ambages. Cuídense porque no será gratuita. A su debido tiempo regresarán y exigirán su parte. No tiene pérdida, sus dedos son de un frío metálico. En el contacto del apretón uno siente un escalofrío que se propaga helado por todo el cuerpo, seguramente porque al fin y al cabo nadie tiene la certeza de quién está al otro lado. Es complicado conocer al dueño de esa extremidad que pretende garantizar su confiabilidad con el gesto. Pero solo le servirá para engañar a gentes de miradas cortas. Las mentes lúcidas sabrán discernir y ver más allá del muro hasta dar con la verdadera identidad de su dueño. 

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