VELOCIDAD SIN EMOCIÓN
Tintín
Qué se cuece en la cabeza del muchacho que buscó en el
Congo la primera de las aventuras que lo alejara de una vida alienada en
la primera entrega de la famosa saga de Hergé? ¿Qué condujo a Haddock
al alcoholismo? Ninguna cuestión básica para un guión lógico encuentra
respuesta en la plástica adaptación de Spielberg del famoso cómic. La
falta de lógica tampoco sería un problema; pero en este caso se
convierte en esencia de un libreto que es demasiado fiel a unas viñetas
con muchos títulos, sin comprender que el medio es el mensaje, que una
película condensa y requiere matices. Los 109 minutos de metraje se
suceden a una velocidad vertiginosa, colmados de acción, de
acontecimientos, pero huérfanos de conflicto, de profundidad, alentando
al bostezo literal de la butaca. Cualquier película de Pixar cala más en
el alma del personaje. La hipnosis enfermiza parece obnubilar a un
Tintín digital impecable que busca con frenesí automático respuestas a
cada misterio. No hay un por qué. Quizá 'El secreto del unicornio' haya
sido la primera toma de contacto. Puede que sea Peter Jackson quien
saque en cuatro años la pala y desescombre el alma y los sentimientos
del joven reportero en la segunda entrega; pero no hubiera estado mal
empezar en ésta.
Spielberg consigue lo que debió fijarse como propósito en
un origen: el virtuosismo audiovisual, la autoconfirmación de que no
está caduco -no alcanza a comprender que nunca lo estará-, que aún puede
innovar y filmar al dictado de la innovación tecnológica. Y esa es su
perdición; aunque lo logra. El 3D está bien construido, no se desdobla,
convence; pero tampoco llega a legitimar la película. La obsesión por la
acción infecta un metraje que pierde el interés en los medios tiempos.
Cualquier avezado lector del cómic celebra las varias dimensiones de las
historietas. La aventura por la aventura para cautivar al niño; y la
moral, la política, la justicia, para tocar el corazón del adulto. El
filme falla en la segunda. Quieren que sea el nuevo Indiana Jones; pero
para eso habría que hacer de tintín un Harrison Ford y de Haddock un
Sean Connery, y unirlos como lo hizo aquella historia.
José Carlos Rojo
http://www.eldiariomontanes.es/v/20111109/cultura/cine/velocidad-emocion-20111109.html
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